El CDL, un proyecto esperanzador

Cada día somos más los que opinamos que España en su conjunto necesita nuevas propuestas que puedan generar en la ciudadanía, y muy especialmente en la juventud, ilusión por la política, por la cosa pública, tan maltrecha desde la consolidación de la democracia española.

Existe un segmento de población (en el que me incluyo) que no se encuentra cómodo con la dualidad izquierda-derecha, con el bipartidismo PSOE-PP, ya que en los últimos dos años sus posturas se han vuelto antagónicas e irreconciliables. Ha quedado un espacio político vacío que está en el centro, en el espíritu del diálogo, del acuerdo y del consenso.

Ahora bien, ese centrismo sociológico es a todas luces heterogéneo y poco, muy poco cohesionado. ¿La razón? No existir un partido político que sepa encauzarlo y movilizarlo, cuanto menos desde el derrumbe del CDS en los albores de la década de los noventa. Y precisamente ese es uno de los problemas de la España política actual, la ausencia de una alternativa a escala nacional seria y rigurosa, que pueda ocupar ese espacio vacante. Y más, si cabe, cuando en las tres o cuatro últimas legislaturas ese papel lo han representado en el Parlamento opciones como CIU, federación nacionalista catalana, que a pesar de garantizar una cierta gobernabilidad, ni tiene un proyecto político para el conjunto del país, ni ha prestado su apoyo a los sucesivos gobiernos de una forma desinteresada (más bien todo lo contrario). Y es que algo pasa en este gran país cuando la famosa "llave" de la gobernabilidad se deja expedita a fuerzas nacionalistas y regionalistas, cuando la sociedad española no sabe o no puede articular una opción de corte centrista capaz de tener implantación a escala estatal y con representación parlamentaria, tras los estrepitosos fracasos de proyectos como el Partido Reformista Democrático de Roca Junyent y Garrigues Walker o del propio CDS, a pesar del liderazgo de Don Adolfo Suárez y de contar con Rodríguez Sahagún, Arias Salgado, Calvo Ortega, Punset, Mayor Zaragoza y tantos otros buenos políticos.

Con todo, considero que sería un tremendo error limitar la potencial función de un nuevo partido a las tareas de "fuerza-bisagra", de tercero en discordia y de árbitro de la política nacional. Por el contrario la nueva fuerza política debe saber articular un discurso propio y genuino, sin buscar ese artificial equilibrio entre las propuestas de los grandes partidos que sólo conduce a la ambigüedad, a la indeterminación, a la venta de humo y a ser presa perpetua del debate derecha-izquierda; debe poder ofrecer a la ciudadanía propuestas concretas y tangibles sobre las grandes cuestiones políticas, siguiendo siempre un mismo patrón ideológico y unos principios esenciales y comunes.

Sin embargo, no es tarea fácil desde luego. Darse a conocer es muy difícil en un sistema parlamentario consolidado y más cuando no se cuenta con nombres y caras ilustres y de prestigio que puedan hacer llegar sus postulados al gran público. Pero en todo caso vale la pena intentarlo, y proyectos como el CDL son necesarios.

Próximamente se va a celebrar el primer congreso nacional de este partido. Todas las expectativas están puestas en él. Puede ser el inicio de un camino lleno de obstáculos y dificultades, pero muy ilusionante y esperanzador para la política española.